Ya se han cumplido tres semanas desde que España sufrió el gran apagón y mientras esperamos unas responsabilidades definitivas de las causas algunos temas han quedado de manifiesto independientemente que hayan finalmente intervenido en el apagón o no.
Entre ellos es una descoordinación entre la realidad de las energías renovables, las decisiones políticas y el estado de la red eléctrica.
Ha quedado patente por numerosos especialistas e implicados que el auge de las renovables no va acompañado con una red eléctrica actualizada que asegure su estabilidad. Pero no es sólo que se pretenda consolidar una política energética determinada a cualquier precio. Desde hace años diferentes científicos y entendidos han denunciado y dado la voz de alarma del sistema descontrolado de instalaciones de macroplantas fotovoltaicas. Denunciando el impacto medioambiental que se está cometiendo con la concesión indiscriminada de licencias y ofreciendo alternativas.
Esta problemática no es reciente, y como una marea de chapapote lenta e inexorable con el beneplácito de un Ministerio que se denomina irónicamente de Transición Ecológica, junto a otras administraciones y cegados unos por la política otros por el dinero, España se está tiñendo de negro, destrozando y devorando literalmente zonas de cultivo, zonas verdes, atacando y destruyendo directamente a la fauna y flora de una lista de provincias que va en aumento. Parece que no veamos con los ojos abiertos la radical destrucción que acompaña a estas macroplantas. Hablamos de extensiones inmensas llenas de placas solares que están destrozando el paisaje de España. Luego vendrán los lamentos
No se cuestiona las bondades de la energía fotovoltaica sino las formas. La táctica de numerosas de las empresas promotoras es la del ninja silencioso. Intentan no hacer ruido, no remover a la opinión pública, van comprando, se va expropiando, van destrozando con el beneplácito del Gobierno. En este caso parece que es un holding suizo que ni creará puestos de trabajo ni revertirá beneficio alguno para Aranjuez. En muchos casos el truco es dividir un proyecto en dos e intentar maquillar la extensión final de las macroplantas. Que dicho sea de paso parece que terminará siendo una moneda de doble cara como los coches eléctricos que ni son tan verdes ni tan ecológicos sobre todo con el tema del reciclaje de las baterías.
Murcia, Castilla la Mancha, Andalucía o Extremadura son comunidades en las que horroriza tomar conciencia de las extensiones ya condenadas. En cambio otras muy significativas no tienen este problema. Cada cual que saque sus conclusiones.
Y eso precisamente es lo que se pretende en Aranjuez por parte de empresas privadas promotoras y con el beneplácito del Ayuntamiento de Colmenar de Oreja. Si uno se acerca a la población no tan vecina pasa por amplias extensiones intermedias de tierras potencialmente idóneas, pero casualmente o no, los dos, recalco dos, proyectos de macroplantas están ubicados lo más lejos del núcleo de población de Colmenar de Oreja y no es otro que pegado, literalmente, a Aranjuez. Y lo más indignante e inconcebible, pegados a una guardería, a un colegio, a zonas residenciales, a la vía pecuaria....parece un chiste pero no lo es. Y seguimos para bingo. Esta marea negra se pretende construir en el perímetro de uno de los pocos enclaves declarados Patrimonio de la Humanidad y en concreto por su paisaje. Ya tenemos el bingo.
Diferentes asociaciones como ASOCUM o ecologistas en acción están intentando desde hace tiempo frenar o poner algo de sensatez a esta locura, buscando concienciar a los vecinos que parece que si no es debajo de su balcón les importa poco o menos. Colmenar se frota las manos por los ingresos que le supondrá y encima sin el descontento de sus vecinos ya que no estarán rodeados de placas solares (ese privilegio lo dejan para nosotros los ribereños) ni sufrirán los riesgos de incendio ya constatados que suponen porque les queda muy lejos de sus ventanas y de sus hijos, ni de los riesgos que quedan por determinar. Porque esa es la guinda del pastel. Se pretende ubicar en una zona que desde los últimos años lleva sufriendo incendios cada verano, y no uno ni dos. ¿puede ser más surrealista el tema?
Nos hemos acostumbrado a aceptar las mayores aberraciones, a no movernos, a sufrir situaciones que hace unos años serían impensables, han conseguido implantar el todo vale y poco a poco como la carcoma o los paneles solares indiscriminados nos han reducido la capacidad crítica. Volvemos a ser borregos, lo que parecía superado, está sucediendo de nuevo. No hay consecuencias, cualquier sandez acaba siendo una realidad. No soy un especialista, ni siquiera vivo en el Pau, soy un ciudadano de a pie que gracias a ASOCUM se ha interesado por el tema, he visitado la zona que pretenden destrozar y se ha informado un poco.
Renovables sí pero no a costa de devorar las tierras de España en un atentado que difícilmente será reversible. Todo esto me recuerda a los años 70 y el boom de la construcción. Cuando se construyó en zonas impensables destrozando costas y enclaves únicos naturales. Ahora nos parece inconcebible que se permitiera tal atrocidad, ¿alguien me explica la diferencia con lo que estamos permitiendo ahora?.
Por favor entrad en internet y buscad información, mirad vídeos de lo que han instalado ya, y crearos una opinión propia. Dar las gracias al medio que aceptó mi primer borrador y me ha dado la oportunidad de esta extensa opinión.
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