Psicóloga de formación, Guadalupe Rivera (Almedina, Ciudad Real, 1962) llegó al mundo de las cárceles casi por necesidad. Tras terminar la carrera a mediados de los 80 -y ante el oscuro horizonte laboral que se le abría-, decidió seguir el ejemplo de un conocido y se presentó a las oposiciones de psicóloga penitenciaria. Aprobó y, treinta años después, ha sido nombrada directora del Centro Penitenciario Madrid VI, en Aranjuez, una de las mayores cárceles españolas, con 1.148 reclusos y cerca de 500 funcionarios de prisiones a su cargo. Habla con pasión de la reinserción y rechaza para ella y el resto de funcionarios penitenciarios el término carcelero: “Es peyorativo y no se ajusta a la realidad”.
La Constitución recoge que el fin último de las penas de cárcel es la reinserción. ¿Se consigue?Por supuesto. La gente se sorprendería si supiera la cantidad de actividades de tratamiento y rehabilitación que se hacen en los centros penitenciarios. Hay clases de alfabetización, de español para extranjeros, de inglés, de informática, para que los presos se saquen el bachiller o un título universitario a distancia. También hay actividades formativas para que aprendan un oficio, culturales, deportivas… Programas para rehabilitar a agresores sexuales, condenados por violencia de género, toxicómanos… Todos los centros son cada día un bullicio de gente que va y viene haciendo cosas, preparando a los presos para que tengan un futuro cuando recobren la libertad.
No todos se reinsertanSí, pero son los menos. Tenemos perfiles muy difíciles, incluso casi imposibles, pero por regla general la mayoría puede reinsertarse. Lo que ocurre es que el trabajo que hacemos aquí tiene que continuar una vez fuera. Si formamos a un preso en albañilería o en soldadura, por ejemplo, ¿luego en la calle va a tener las mismas posibilidades de trabajar que otros que no tengan antecedentes penales? La reinserción no solo nos corresponde a nosotros. Somos la primera parte, pero cuando salen en libertad el resto de la sociedad debe seguir con esa labor.
Buena parte de la imagen de las cárceles llega a la sociedad por el cine y la televisión. ¿Qué parecido tienen con la realidad la serie Vis a Vis y la película Celda 211?Reconozco que Vis a Vis no lo he visto. Si estoy todo el día metido en la cárcel, voy a casa y me siento en el sofá a ver una serie de tema penitenciario estaría cerca de la sobredosis. Sin embargo, estoy convencida que no se parece en nada. Y Celda 211 es la imagen de las cárceles hace 40 años. Aquí [en la prisión de Aranjuez] hay cerca de 1.200 presos que, como cualquiera puede entender, no quieren estar. Y, sin embargo, el porcentaje de conflictos es mínimo. Hay peleas, sí, pero con en cualquier otro lugar fuera de aquí. Lo normal es que la gente conviva sin incidentes, y ello pese a que lo hacen durante años y en espacios limitados en los que coinciden un día tras otro, que comparten celda con alguien que no eligen.
Buena parte de la imagen de las cárceles llega a la sociedad por el cine y la televisión. ¿Qué parecido tienen con la realidad la serie Vis a Vis y la película Celda 211?Reconozco que Vis a Vis no lo he visto. Si estoy todo el día metido en la cárcel, voy a casa y me siento en el sofá a ver una serie de tema penitenciario estaría cerca de la sobredosis. Sin embargo, estoy convencida que no se parece en nada. Y Celda 211 es la imagen de las cárceles hace 40 años. Aquí [en la prisión de Aranjuez] hay cerca de 1.200 presos que, como cualquiera puede entender, no quieren estar. Y, sin embargo, el porcentaje de conflictos es mínimo. Hay peleas, sí, pero con en cualquier otro lugar fuera de aquí. Lo normal es que la gente conviva sin incidentes, y ello pese a que lo hacen durante años y en espacios limitados en los que coinciden un día tras otro, que comparten celda con alguien que no eligen.
Mucha gente tiene la impresión de que las cárceles no son duras porque algunas tienen piscina.Una cárcel no deja de ser dura porque tenga piscina. Estas instalaciones sirven para bajar el nivel de conflictividad de manera importante. Lo realmente duro de una prisión sigue ahí, que no es otra cosa que la falta de libertad. La cárcel es una institución en la que te dicen a la hora que te tienes que levantar, a la que te tienes que acostar, a la que comes, qué día puedes comunicar con tu familia, durante cuánto tiempo… la vida está total y absolutamente reglamentada. ¿Eso no es duro? Un día y otro día. Un mes tras otro. Un año y otro.
Las noticias sobre presos que huyen aprovechando un permiso son pocas, pero provocan cierta alarma en la sociedadLos permisos son muy buenos para la reinserción de los presos. Les permite no desconectarse de la realidad y mantener un contacto normalizado con su familia. A veces, incluso, ir buscando un trabajo para cuando salgan. Es verdad que se corre el riesgo de que alguno no reingrese y escape, pero son tan pocos que los beneficios compensan.
La labor de policías y guardias civiles es muy conocida y alabada, la del funcionario de prisiones no trasciende.Para detener a cualquier delincuente peligroso se despliegan decenas de policías armados hasta los dientes. Luego, lo encarcelan veinte años y el funcionario lo único que lleva es su carné y un bolígrafo. Y tiene que convivir y tratar con él durante todos los años de su condena. Si los centros penitenciarios permanecen en calma un día tras otro es gracias a los funcionarios. Muchos piensan que nuestro trabajo es que no escapen, pero eso es prácticamente imposible con los muros, concertinas, cámaras y medidas de seguridad que rodean el centro. Aquí los funcionarios están principalmente para que en el interior se cumpla una normativa y los internos vivan de una manera ordenada.
¿Qué les falta a las cárceles españolas?Que los medios de comunicación muestren las prisiones como lo que en realidad son y no lo que la imaginación y el cine han hecho creer que son.
¿Y cómo son de verdad?Son centros en los que, pese a que la gente está contra su voluntad, la vida es ordenada, tranquila y calmada. Tenemos el encargo de su custodia pero también el de su reinserción
Entrevista EL PAIS
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