La Casa de Moura - La Fotografía


La fotografía

Si me refiero a la fotografía que ha conmocionado al mundo occidental, estoy seguro de que no tengo que mostrarla, ni siquiera describirla.

¿Por qué una entre millones es capaz de remover nuestras conciencias? Occidente entero, aunque más en nuestra parte que en la que está al otro lado del Atlántico, se moviliza estos días para acoger a los cientos de miles de refugiados que nos van a llegar –a nosotros ya nos están llegando hace tiempo- desde el otro lado del Mediterráneo. Familias enteras huyendo del horror de una guerra fratricida y del terror de los sanguinarios verdugos de DAESH.

Cientos de miles de personas que no existían hasta que el pasado 2 de septiembre el mar depositó en una playa turca el cuerpo sin vida de Aylan. Desde entonces todos, unos con dudas razonables y otros a pecho descubierto, clamamos por la rápida actuación para acoger a los protagonistas de este despiadado drama.

Una fotografía, mejor dicho nuestra adecuación a una realidad que no entendíamos, ha conseguido que nuestros gobernantes, junto con la disposición a acoger a los refugiados, asuman de una vez por todas que en aquel lugar del planeta –nada lejano, por cierto- hay que intervenir y hay que hacerlo usando la fuerza. Ya no podemos continuar mirando hacia otro lado.

¿Cuántas fotos, cuántos vídeos, cuántas noticias desgarradoras habrán pasado ante nuestros ojos y por qué solo una ha sido capaz de sacudir nuestras conciencias? ¿Mi opinión? Porque esa foto sí la entendemos, sí somos capaces de asimilarla, sí tiene que ver con nosotros, con nuestro mundo, con nuestras vidas. Sí podría ser un niño nuestro.

Por mucho que en nuestro modernismo urbanita reflejemos las asperezas y sinsabores de nuestra vida occidental con el coloquial “bienvenido a la jungla”, nuestras cabezas y nuestros corazones no alcanzan a dar por reales las atrocidades que a diario nos llegan por cualquier medio de comunicación. Nos negamos, de manera inconsciente, a reconocer hasta qué punto se pueden degradar algunas personas.

El niño de la fotografía podía ser nuestro, un niñito nuestro que hubiese tenido la desgracia de ahogarse en una playa. A través de esa cercanía nuestra cabeza y nuestro corazón sí son capaces de entender el horror. Y si con esa foto no fuese suficiente, la imagen de la ternura con la que el policía turco traslada en brazos el cuerpecito inerte del niño, sí tiene que ver con nuestra civilización, con nuestra cultura, con nuestro sentido de la vida.

Acostumbrados a imágenes de cadáveres amontonados, arrastrados, ignorados, este policía turco con Aylan en brazos no dista mucho de recordarnos aquella imagen que tanto tiene que ver con nuestra civilización, La Pasión de Miguel Angel.

Ahora que aceptamos la realidad, llega el momento de poner de nuestra parte. Siempre hemos sido solidarios y en esta ocasión también lo vamos a ser. Las autoridades europeas han cifrado en 160.000 los refugiados que Europa va a acoger, como si pudiésemos poner puertas al campo. Serán los que tengan que ser, pero es imprescindible que lo hagamos de forma organizada, coordinada, siendo conscientes de que acogemos a personas como nosotros a las que hemos de proporcionar una vida digna. Esa organización corresponde fundamentalmente a los gobiernos, al igual que corresponde a los gobiernos –dado que uno de los orígenes de este movimiento de personas es el terrorismo yihadista- establecer los filtros y controles necesarios para evitar en la mayor medida posible que se nos vayan colando entre los refugiados quienes han originado su éxodo.

Quienes desde el buenismo honesto estén por criticar ese necesario filtro, han de ser conscientes de que precisamente por no ser como aquellos de los que huyen los refugiados, estamos en disposición de darles acogida.

Nosotros, cuando un perturbado ocasiona daños a martillazos a La Piedad de Miguel Angel, la restauramos en vez de volarla por los aires con dinamita como harían ellos.

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